La marca del brazo no era casual. Se había marcado con una llama verde de la que todo el mundo hablaba. Y realmente no sabía el motivo. Inercia, decían. Te puede abrir puertas si eres capaz de llegar a determinados sitios a determinadas horas. La exclusividad nunca pasa de moda. Ella seguía comiendo mandarinas desde el punto más alto del edificio. Se iba allí para no pensar, para hacer que el clima le explotase la cabeza. Poder sentir aunque fuese mínimamente el riesgo, su alma voladora con la utilidad del límite.